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miércoles, 9 de enero de 2008

Con Lao-Zi

A Claudio
Aquellos pensamientos taoístas
no se quedan aislados, polvorientos.
Nos lanzan sugestiones, atracciones.
Contestamos con voz de simpatía.

“Hombre de superior virtud no tiene
virtud.” En apariencia. “La posee.”
¿Paradojas? Hay muchas.
“Palabras verdaderas parecen paradojas.”

“¿Qué es más digno de estima,
la fama o la persona?” Lo auténtico se busca.
“¿Qué será lo peor, ganar, perder?”
Por rutas de ambición se pierde el hombre.

Se quiere ser auténtico.

“Gran lujo en los ropajes, las espadas al cinto,
manjares y riquezas.” Llamadlos por sus nombres.
Son “jefes de bandidos”.
Una conciencia ahí: este Lao-Zi.

“Deseo no tener ningún deseo.”
“Poseo tres tesoros: el amor,
sobriedad, no atreverme a ser primero.”
¿Espectador? Desde la orilla actúa.

“Victoria en regocijos
es encontrar placer en matar hombres.”
Más, más aún.

“Si el pueblo teme sin cesar la muerte,
entonces alguien tiene tarea de matanza.”
Ya muy bien lo sabíamos, no hay duda.

¿Humor, sabiduría?
“Regir un gran Estado es algo así
como freír un pez, pequeño pez.”
“Todo es siempre difícil para el sabio.”

La verdad ante todo.
“Palabras agradables no son las verdaderas.
Palabras verdaderas no son las agradables.”
También:
“Hablar poco es conforme con la naturaleza.”
Valor en el idioma.
“Los nombres son principio de las cosas.”

Y al fin…

“Retirarse una vez realizada la obra.
He ahí, he ahí, el dao del cielo.”

Dao: la clave taoísta, el misterioso dao.
Jorge Guillén