martes, 18 de noviembre de 2008

Si un adéu d'amor fos encara amor

Oh, si un adéu d'amor fos només el gest

del dolor compartit

per no haver sabut volar junts més alt.

Oh, si un adéu d'amor fos encara amor.

Oh, si un adéu d'amor fos pols d'un camí

sense espai pels retrets,

sols un pas més pel bell do de seguir en l'intent,

en l'antic intent d'estimar i somiar

de sempre, per sempre i sempre lliurement.

Oh, que no acabi mai el teu pas per mi

ni aquest joc dels sentits

que ara ens fan senyals d'un amor tan dens,

rar entramat de por i desig d'enllà...

Oh, si un adéu d'amor fos encara amor,

per sempre, de sempre i sempre lliurement.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Dos citas

Nada más erróneo que la idea, demasiado extendida, de que el poeta trabaja sin cesar la fantasía, que inventa sin pausa aconteceres e historias a partir de un filón inagotable. En realidad, en vez de inventarlos, no tiene más que dejarse encontrar por personajes y acontecimientos que, en cuanto ha demostrado su incrementada capacidad para ver y escuchar, le buscan sin cesar para que los cuente de nuevo; a quien a menudo trata de interpretar destinos, muchos le cuentan el suyo.

…hay otro tormento quizá más furibundo que anhelar y desear, y es ser amado contra la propia voluntad y no poderse defender de esa pasión agobiante. Ver a una persona consumirse en la brasa de su deseo y tener que mirarla impotente, sin encontrar el poder, la capacidad, la fuerza para arrancarla de esa llama. Quien ama y es desdichado puede a veces calmar su pasión porque no sólo es criatura, sino al mismo tiempo creador de su angustia; si un amante no puede controlar su pasión, sufre al menos por su propia culpa. Sin embargo, no tiene salvación quien es amado sin sentir amor, porque la medida y los límites de esa pasión ya no están en él, sino más allá de sus fuerzas, y si otro le quiere a uno queda muerta cualquier voluntad.
Stefan Zweig
La piedad peligrosa

martes, 28 de octubre de 2008

Zweig y Nothomb

Hace unos días leí La piedad peligrosa de Zweig y hoy, Las catilinarias de Nothomb.
La casualidad en el orden de mis lecturas y en los envíos de la Biblioteca me ha hecho cambiar esta entrada.
Pensaba hacer lo habitual en mí que es dejar alguna cita de ambos libros, pero he hallado un gran paralelismo en el comportamiento de los personajes de estas obras. La misma Nothomb hace decir a uno de sus personajes: “¿Por qué no lees La Piedad peligrosa?”.
Porque es la piedad la que también mueve a los personajes de Nothomb, pero de una forma mucho más aterradora.

martes, 14 de octubre de 2008

Hombres y barcos

Sin embargo los hombres, como los barcos, tienen una debilidad; y como dice Marlow en Lord Jim, nadie está libre de ella: “De la debilidad desconocida, pero quizá sospechada -del mismo modo que, en algunas regiones del mundo, sospechas que hay una serpiente venenosa en cada arbusto_, de la debilidad que pueda hallarse oculta, observada o no, temida o despreciada con valentía, reprimida o quizás ignorada durante más de la mitad de la vida, ninguno de nosotros está a salvo”, Jim, que saltó por la borda y abandonó el barco, era “uno de nosotros”. Si Marlow le hubiese confiado la cubierta, no la habría tenido a salvo. Muchos otros personajes de Conrad “saltan” también, o se caen, o bucean, o simplemente sus ordenadas vidas se desintegran a menudo por un acto impulsivo de deserción o de traición -Almayer, en La locura de Almayer, Willens en Un paria de las islas, Kurtz en El corazón de las tinieblas, el capitán Whalley en Con la soga al cuello, Nostromo y Decoud en Nostromo, Leggatt en El copartícipe secreto, Razumov en Bajo la mirada de occidente, Heyst en Victoria-, pero al hacerlo entran en el universo moral. Sus actos irrevocables, que hacen que se descubran a sí mismos, les lanzan a un viaje de autoconocimiento, a un viaje en el que las verdades del corazón se vuelven transparentes. Saltan por la borda, por así decir, pero se vuelven significativos, náufragos en el abismo de sí mismos.

Un poema de Pablo Neruda plasma este sentimiento de Conrad:
Como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.

Y también un poema de Juan Ramón Jiménez:
¡Siento que el barco mío
ha tropezado, allá en el fondo,
con algo grande!
¡Y nada
sucede! Nada… Quietud… Olas…
¿Nada sucede, o es que ha sucedido todo,
y estamos ya, tranquilos, en lo nuevo?

Jules Cashford
Joseph Conrad: homo duplex

viernes, 19 de septiembre de 2008

Secundarios

Te lo digo siempre: no le prestas suficiente atención a los secundarios. Una novela tiene que parecerse a una calle llena de desconocidos por la que pasan no más de dos o tres personajes a los que se conoce a fondo. Mira a Proust y algunos otros que han sabido sacarle partido a los secundarios. Los utilizan para humillar, para empequeñecer a sus protagonistas. Nada más saludable en una novela que esa lección de humildad dada a los héroes. Recuerda Guerra y paz: las campesinas que cruzan la carretera riendo ante la carroza del príncipe André lo verán hablar primero para ellas, para sus oídos, y de pronto la visión del lector se eleva: ya no hay un solo rostro, una sola alma. Descubre la multiplicidad de los moldes.
Irène Némirovsky
Suite francesa

sábado, 6 de septiembre de 2008

El deseo

El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear.
David Trueba
Saber perder

I mentre continuava



I mentre continuava la feina, es va adonar que tenia al cap la balada del Rei dels verns de Schubert. No era la música ideal per a aquella tasca. Habitualment la Pannonique es programava al cervell unes quantes simfonies que li donaven l’energia indispensable per a un treball tan físic --Saint-Saëns, Dvorak-- però ara, aquell lied lacerant se li enganxava al crani i li minava les forces.
Amélie Nothomb
Àcid sulfúric

Picnic

Cuando las dos mujeres de blanco bajaron a la playa solitaria: Ella tiró la caja de pintura y Ella tiró su bloc de notas. Se sentaron en la arena. La marea estaba baja. Ante ellas, las rocas llenas de hierbas parecían un rebaño de animales lanudos amontonados para beber de una charca, quietas allí con una especie de estupor.
Entonces Ella se acercó y metió las piernas en la charca pensando en el color de la carne bajo el agua. Y Ella se arrastró hacia una cueva oscura y allí se sentó pensando en su infancia.
Luego regresaron a la playa y se echaron boca abajo escondiendo la cabeza entre los brazos. Parecían dos cisnes.
Katherine Mansfield
Diario

jueves, 7 de agosto de 2008

Anécdotas

Les contó las anécdotas del volante mexicano que había quemado el coche al llevarlo en primera durante cuarenta kilómetros convencido de que era automático; la del interior derecha de Mendoza que jugaba en segunda división en las Canarias y había engordado tanto que la afición le cantaba ponte a dieta con la música de “Guantanamera”; la del arquero suplente de su equipo que comía pipas con los guantes puestos a una velocidad de vértigo; la del compañero al que le olían tanto los pies que le escondían las zapatillas en la basura; la del polaco Wlasavsky, al que todos llamaban Blas, y su colección de Rolex de oro; la de la mujer del entrenador de porteros que se emborrachaba en el bar del palco; la del árbitro homosexual que llamaba a ciertos jugadores antes de pitarles un partido para decirles que era muy admirador de ellos e invitarlos a cenar; la del defensa central paraguayo de un equipo extremeño que cuando le preguntaron por un personaje público admirable contestó Bin Laden y lo tuvieron sancionado tres partidos hasta que pidió perdón; la del entrenador de un equipo, un brasileño, que se había empeñado en hacer jugar al capitán de su equipo con radiotransmisor en la oreja y a mitad se le había colado la interferencia de la retransmisión de un locutor y el pobre tipo se volvía loco.
David Trueba
Saber perder

martes, 5 de agosto de 2008

Amor



La única obsesión que todo el mundo desea: “amor”. ¿La gente cree que al enamorarse se completa? ¿La unión platónica de las almas? Yo no lo creo así. Creo que estás completo antes de empezar. Y el amor te fractura. Estás completo, y luego estás partido. Ella era un cuerpo extraño introducido en tu totalidad. Y durante año y medio te esforzaste por asimilarlo. Pero nunca estarás completo hasta que lo expelas. O te libras de él o lo incorporas mediante la distorsión de ti mismo.
Philip Roth
El animal moribundo