viernes, 19 de septiembre de 2008

Secundarios

Te lo digo siempre: no le prestas suficiente atención a los secundarios. Una novela tiene que parecerse a una calle llena de desconocidos por la que pasan no más de dos o tres personajes a los que se conoce a fondo. Mira a Proust y algunos otros que han sabido sacarle partido a los secundarios. Los utilizan para humillar, para empequeñecer a sus protagonistas. Nada más saludable en una novela que esa lección de humildad dada a los héroes. Recuerda Guerra y paz: las campesinas que cruzan la carretera riendo ante la carroza del príncipe André lo verán hablar primero para ellas, para sus oídos, y de pronto la visión del lector se eleva: ya no hay un solo rostro, una sola alma. Descubre la multiplicidad de los moldes.
Irène Némirovsky
Suite francesa

sábado, 6 de septiembre de 2008

El deseo

El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear.
David Trueba
Saber perder

I mentre continuava



I mentre continuava la feina, es va adonar que tenia al cap la balada del Rei dels verns de Schubert. No era la música ideal per a aquella tasca. Habitualment la Pannonique es programava al cervell unes quantes simfonies que li donaven l’energia indispensable per a un treball tan físic --Saint-Saëns, Dvorak-- però ara, aquell lied lacerant se li enganxava al crani i li minava les forces.
Amélie Nothomb
Àcid sulfúric

Picnic

Cuando las dos mujeres de blanco bajaron a la playa solitaria: Ella tiró la caja de pintura y Ella tiró su bloc de notas. Se sentaron en la arena. La marea estaba baja. Ante ellas, las rocas llenas de hierbas parecían un rebaño de animales lanudos amontonados para beber de una charca, quietas allí con una especie de estupor.
Entonces Ella se acercó y metió las piernas en la charca pensando en el color de la carne bajo el agua. Y Ella se arrastró hacia una cueva oscura y allí se sentó pensando en su infancia.
Luego regresaron a la playa y se echaron boca abajo escondiendo la cabeza entre los brazos. Parecían dos cisnes.
Katherine Mansfield
Diario

jueves, 7 de agosto de 2008

Anécdotas

Les contó las anécdotas del volante mexicano que había quemado el coche al llevarlo en primera durante cuarenta kilómetros convencido de que era automático; la del interior derecha de Mendoza que jugaba en segunda división en las Canarias y había engordado tanto que la afición le cantaba ponte a dieta con la música de “Guantanamera”; la del arquero suplente de su equipo que comía pipas con los guantes puestos a una velocidad de vértigo; la del compañero al que le olían tanto los pies que le escondían las zapatillas en la basura; la del polaco Wlasavsky, al que todos llamaban Blas, y su colección de Rolex de oro; la de la mujer del entrenador de porteros que se emborrachaba en el bar del palco; la del árbitro homosexual que llamaba a ciertos jugadores antes de pitarles un partido para decirles que era muy admirador de ellos e invitarlos a cenar; la del defensa central paraguayo de un equipo extremeño que cuando le preguntaron por un personaje público admirable contestó Bin Laden y lo tuvieron sancionado tres partidos hasta que pidió perdón; la del entrenador de un equipo, un brasileño, que se había empeñado en hacer jugar al capitán de su equipo con radiotransmisor en la oreja y a mitad se le había colado la interferencia de la retransmisión de un locutor y el pobre tipo se volvía loco.
David Trueba
Saber perder

martes, 5 de agosto de 2008

Amor



La única obsesión que todo el mundo desea: “amor”. ¿La gente cree que al enamorarse se completa? ¿La unión platónica de las almas? Yo no lo creo así. Creo que estás completo antes de empezar. Y el amor te fractura. Estás completo, y luego estás partido. Ella era un cuerpo extraño introducido en tu totalidad. Y durante año y medio te esforzaste por asimilarlo. Pero nunca estarás completo hasta que lo expelas. O te libras de él o lo incorporas mediante la distorsión de ti mismo.
Philip Roth
El animal moribundo

lunes, 21 de julio de 2008

Renée

¿Y qué más?
¿No tienen bastante con que todos los días que el buen Dios ha hecho, limpie el barro que cae de sus zapatos de ricos, que aspire el polvo de sus deambulaciones de ricos, que escuche sus conversaciones y sus problemas de ricos; que alimente sus perritos, sus gatitos, que riegue sus plantas, que limpie las narices de sus niños, que reciba sus aguinaldos y es entonces en el único momento en que no juegan más a ser ricos; que huela sus perfumes, que abra la puerta a sus conocidos, que distribuya su correo, lleno de extractos de banco de sus cuentas de ricos, con sus rentas de ricos y sus descubiertos de ricos; que me fuerce para responder a sus sonrisas, que viva, en fin, en un inmueble de ricos; yo, la portera, la menos que nada, la cosa detrás de la vitrina, a la que se saluda rápidamente para tenerla en paz, porque es molesto ver esa cosa vieja acurrucada en su reducto sombrío, sin lámparas de cristal, sin zapatos de charol, sin abrigo de pelo de camello; molesto, pero al mismo tiempo es tranquilizador, como una encarnación de la diferencia social que justifica la superioridad de su clase, como un reflejo que exalta su munificencia, como un valedor que realza su elegancia -no, no tienen bastante, porque aparte de llevar día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto y, lo que es peor, año tras año, esta existencia de reclusa indecorosa, encima tendría que comprender sus penas de ricos?
Si quieren noticias del Maaaaestro, que vayan a llamar a su puerta.
Muriel Barbery
Una golosina

lunes, 7 de julio de 2008

Venus de Giorgione

La joventut, que de pressa es podreix…
I ha de durar dins dels fràgils colors
més que l’or que la compra i la despulla,
molt més que les espases i els palaus.


Però ella no ho sap, no veu la llum
que salvarà el seu cos, el foc d’un somni
que no s’apagarà.
……………………..No sap que és Venus,
la Venus que veuran, enamorats, els segles.


Avui encara és una dona
i dorm amb les carícies
d’un home que l’adora i la vol immortal.
Pere Rovira

lunes, 23 de junio de 2008

Yefim Bronfman



Tiene un torso macizo, es una fuerza de la naturaleza camuflada en una sudadera, alguien que ha entrado en el Cobertizo Musical al salir de un circo donde es el forzudo y que se sienta ante el piano como si fuese un desafío ridículo a la fuerza gargantuesca con la que se recrea. Yefim Bronfman no parece tanto la persona que va a tocar el piano como el operario de mudanzas que va a llevárselo. Yo nunca había visto a nadie tocar el piano como lo hace este judío ruso sin afeitar, bajo y robusto, como un tonel. Cuando terminó pensé que deberían tirar el piano, pues lo machaca, no le permite ocultar nada. Todo lo que contiene el instrumento sale afuera, y sale con las manos en alto. Y cuando lo ha hecho, cuando todo ha salido, hasta la última pulsación, el pianista se levanta y se va, dejando detrás nuestra redención. Tras un garboso ademán, se marcha de repente, y aunque se lleva consigo todo su fuego, una fuerza no inferior a la de Prometeo, ahora nuestras vidas parecen inextinguibles.
Philip Roth
La mancha humana

domingo, 15 de junio de 2008

Jane y Paul

“Ciertamente todos somos distintos con diferentes personas y cambiamos según el lugar y las circunstancias. Pero en el caso de Paul y Jane la diferencia era extremada. A las personas que les conocieron les impresionaron los aspectos concretos de su compleja personalidad y reaccionaron intensamente. Y Paul y Jane reaccionaban a su vez a la reacción de los otros, intensificándola.
Ellos, sin embargo, no se consideraban paradójicos, o, mejor dicho, comprendían y necesitaban las paradojas del otro. Si ella se quejaba, por ejemplo, de que él la entristecía, también era cierto que a veces necesitaba la tristeza de él para mantener la propia a raya. Si en determinado momento él era osado y ella timorata, en otro era exactamente a la inversa y la intrépida era ella.”

“Llevaban casados muchísimo tiempo pero seguían disfrutando de su mutua compañía. Era asombroso y conmovedor oírles hablar y reír en la habitación contigua como si acabaran de conocerse y estuvieran desplegando toda su inteligencia y simpatía para cautivar al otro.”
Millicent Dillon
Jane Bowles