El artista persigue algo, generalmente desde niño, y no sabe por qué, ni qué es lo que persigue. Cuando Julio Córtazar hace un relato interno del seísmo que mueve los cimientos de un hombre y que lo convierte en artista, piensa en el fiero y dulce Charlie Parker -a quien llamaban Bird- y lo nombra El perseguidor. Todo artista persigue, sin reposo, sin fin, sin encontrar. ¿Persigue qué? No la fama, el bienestar, su estatua: el artista ni se acuerda de eso. Ni siquiera persigue formas, obras: es asombroso comprobar cómo olvida el artista cualquier obra ya concluida y corre tras de otra. Es que para él sus obras no son otra cosa que un medio, nunca un fin. Las obras son como escalones por donde el perpetuo perseguidor sube -o baja- en busca de algo que se escapa siempre.
Félix Grande
Félix Grande
5 comentarios:
Qué razón tiene el señor Grande. Cómo se nota que era compadre mi maestro Fernando Quiñones. Estos del 50...
Por algo se llamaba Grande. Y Félix.
Una vez tuve que dar una charla en Bruselas, sobre literatura, y hablé de mi búsqueda en la literatura. Confesé que tras pasar por la persecución de la belleza primero y de la verdad después -mayor ingenuidad imposible, me da hasta ternura- llegué por fin a la conclusión de que sólo buscaba un momento en que todo coincidiera.
Quería decir se llama, en presente. Perdón.
Carmen, ya he ido a google a leer sobre Quiñones. Siempre aprendo algo.
Flavia, "belleza y verdad" en tus obras está. Bueno, ya sé lo que busca en la literatura una de mis escritoras preferidas.
Gracias a las dos.
¡No, no, no! Ya no: Eso era al principio. Ya sólo busco un momento en que todo coincida. Lejos de mis intenciones la belleza y la verdad.
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