sábado, 6 de septiembre de 2008

I mentre continuava



I mentre continuava la feina, es va adonar que tenia al cap la balada del Rei dels verns de Schubert. No era la música ideal per a aquella tasca. Habitualment la Pannonique es programava al cervell unes quantes simfonies que li donaven l’energia indispensable per a un treball tan físic --Saint-Saëns, Dvorak-- però ara, aquell lied lacerant se li enganxava al crani i li minava les forces.
Amélie Nothomb
Àcid sulfúric

Picnic

Cuando las dos mujeres de blanco bajaron a la playa solitaria: Ella tiró la caja de pintura y Ella tiró su bloc de notas. Se sentaron en la arena. La marea estaba baja. Ante ellas, las rocas llenas de hierbas parecían un rebaño de animales lanudos amontonados para beber de una charca, quietas allí con una especie de estupor.
Entonces Ella se acercó y metió las piernas en la charca pensando en el color de la carne bajo el agua. Y Ella se arrastró hacia una cueva oscura y allí se sentó pensando en su infancia.
Luego regresaron a la playa y se echaron boca abajo escondiendo la cabeza entre los brazos. Parecían dos cisnes.
Katherine Mansfield
Diario

jueves, 7 de agosto de 2008

Anécdotas

Les contó las anécdotas del volante mexicano que había quemado el coche al llevarlo en primera durante cuarenta kilómetros convencido de que era automático; la del interior derecha de Mendoza que jugaba en segunda división en las Canarias y había engordado tanto que la afición le cantaba ponte a dieta con la música de “Guantanamera”; la del arquero suplente de su equipo que comía pipas con los guantes puestos a una velocidad de vértigo; la del compañero al que le olían tanto los pies que le escondían las zapatillas en la basura; la del polaco Wlasavsky, al que todos llamaban Blas, y su colección de Rolex de oro; la de la mujer del entrenador de porteros que se emborrachaba en el bar del palco; la del árbitro homosexual que llamaba a ciertos jugadores antes de pitarles un partido para decirles que era muy admirador de ellos e invitarlos a cenar; la del defensa central paraguayo de un equipo extremeño que cuando le preguntaron por un personaje público admirable contestó Bin Laden y lo tuvieron sancionado tres partidos hasta que pidió perdón; la del entrenador de un equipo, un brasileño, que se había empeñado en hacer jugar al capitán de su equipo con radiotransmisor en la oreja y a mitad se le había colado la interferencia de la retransmisión de un locutor y el pobre tipo se volvía loco.
David Trueba
Saber perder

martes, 5 de agosto de 2008

Amor



La única obsesión que todo el mundo desea: “amor”. ¿La gente cree que al enamorarse se completa? ¿La unión platónica de las almas? Yo no lo creo así. Creo que estás completo antes de empezar. Y el amor te fractura. Estás completo, y luego estás partido. Ella era un cuerpo extraño introducido en tu totalidad. Y durante año y medio te esforzaste por asimilarlo. Pero nunca estarás completo hasta que lo expelas. O te libras de él o lo incorporas mediante la distorsión de ti mismo.
Philip Roth
El animal moribundo

lunes, 21 de julio de 2008

Renée

¿Y qué más?
¿No tienen bastante con que todos los días que el buen Dios ha hecho, limpie el barro que cae de sus zapatos de ricos, que aspire el polvo de sus deambulaciones de ricos, que escuche sus conversaciones y sus problemas de ricos; que alimente sus perritos, sus gatitos, que riegue sus plantas, que limpie las narices de sus niños, que reciba sus aguinaldos y es entonces en el único momento en que no juegan más a ser ricos; que huela sus perfumes, que abra la puerta a sus conocidos, que distribuya su correo, lleno de extractos de banco de sus cuentas de ricos, con sus rentas de ricos y sus descubiertos de ricos; que me fuerce para responder a sus sonrisas, que viva, en fin, en un inmueble de ricos; yo, la portera, la menos que nada, la cosa detrás de la vitrina, a la que se saluda rápidamente para tenerla en paz, porque es molesto ver esa cosa vieja acurrucada en su reducto sombrío, sin lámparas de cristal, sin zapatos de charol, sin abrigo de pelo de camello; molesto, pero al mismo tiempo es tranquilizador, como una encarnación de la diferencia social que justifica la superioridad de su clase, como un reflejo que exalta su munificencia, como un valedor que realza su elegancia -no, no tienen bastante, porque aparte de llevar día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto y, lo que es peor, año tras año, esta existencia de reclusa indecorosa, encima tendría que comprender sus penas de ricos?
Si quieren noticias del Maaaaestro, que vayan a llamar a su puerta.
Muriel Barbery
Una golosina

lunes, 7 de julio de 2008

Venus de Giorgione

La joventut, que de pressa es podreix…
I ha de durar dins dels fràgils colors
més que l’or que la compra i la despulla,
molt més que les espases i els palaus.


Però ella no ho sap, no veu la llum
que salvarà el seu cos, el foc d’un somni
que no s’apagarà.
……………………..No sap que és Venus,
la Venus que veuran, enamorats, els segles.


Avui encara és una dona
i dorm amb les carícies
d’un home que l’adora i la vol immortal.
Pere Rovira

lunes, 23 de junio de 2008

Yefim Bronfman



Tiene un torso macizo, es una fuerza de la naturaleza camuflada en una sudadera, alguien que ha entrado en el Cobertizo Musical al salir de un circo donde es el forzudo y que se sienta ante el piano como si fuese un desafío ridículo a la fuerza gargantuesca con la que se recrea. Yefim Bronfman no parece tanto la persona que va a tocar el piano como el operario de mudanzas que va a llevárselo. Yo nunca había visto a nadie tocar el piano como lo hace este judío ruso sin afeitar, bajo y robusto, como un tonel. Cuando terminó pensé que deberían tirar el piano, pues lo machaca, no le permite ocultar nada. Todo lo que contiene el instrumento sale afuera, y sale con las manos en alto. Y cuando lo ha hecho, cuando todo ha salido, hasta la última pulsación, el pianista se levanta y se va, dejando detrás nuestra redención. Tras un garboso ademán, se marcha de repente, y aunque se lleva consigo todo su fuego, una fuerza no inferior a la de Prometeo, ahora nuestras vidas parecen inextinguibles.
Philip Roth
La mancha humana

domingo, 15 de junio de 2008

Jane y Paul

“Ciertamente todos somos distintos con diferentes personas y cambiamos según el lugar y las circunstancias. Pero en el caso de Paul y Jane la diferencia era extremada. A las personas que les conocieron les impresionaron los aspectos concretos de su compleja personalidad y reaccionaron intensamente. Y Paul y Jane reaccionaban a su vez a la reacción de los otros, intensificándola.
Ellos, sin embargo, no se consideraban paradójicos, o, mejor dicho, comprendían y necesitaban las paradojas del otro. Si ella se quejaba, por ejemplo, de que él la entristecía, también era cierto que a veces necesitaba la tristeza de él para mantener la propia a raya. Si en determinado momento él era osado y ella timorata, en otro era exactamente a la inversa y la intrépida era ella.”

“Llevaban casados muchísimo tiempo pero seguían disfrutando de su mutua compañía. Era asombroso y conmovedor oírles hablar y reír en la habitación contigua como si acabaran de conocerse y estuvieran desplegando toda su inteligencia y simpatía para cautivar al otro.”
Millicent Dillon
Jane Bowles

jueves, 12 de junio de 2008

Cinco fragmentos

Al describir la debilidad de un personaje era inevitable exponer la suya propia; el lector no podía no conjeturar que estaba describiéndose a sí misma. ¿Qué otra autoridad podía tener ella? Sólo cuando un relato estaba terminado, todos los destinos resueltos y toda la trama cerrada de cabo a rabo, de suerte que se asemejaba, al menos en este aspecto, a todos los demás relatos acabados que había en el mundo, podía sentirse inmune y en condiciones de agujerear los márgenes, atar los capítulos con un bramante, pintar o dibujar la cubierta e ir a enseñar la obra concluida a su madre o a su padre, cuando estaba en casa.
*****
Un relato era simple y directo, no permitía que nada se interpusiese entre ella y el lector: no había intermediarios, con sus ambiciones privadas o su incompetencia, no había presiones de tiempo ni recursos limitados. En un relato sólo había que desear, bastaba con escribirlo y tenías el mundo; en una obra de teatro debías apañártelas con lo disponible: no había caballos, ni calles de un pueblo, ni costa. No había telón. Parecía evidentísimo ahora que era demasiado tarde: un relato era una forma de telepatía. Mediante el proceso de trazar símbolos de tinta en una página, enviaba ideas y sentimientos desde su mente a la del lector. Era un proceso mágico, tan ordinario que nadie se detenía a pensarlo. Leer una frase y entenderla era lo mismo; como en el caso de doblar un dedo, nada mediaba entre las dos cosas. No había una pausa durante la cual los símbolos se desenredaban. Veías la palabra castillo y allí estaba, a lo lejos, con bosques que se extienden ante él en pleno verano, con el aire azulado y suave del humo que asciende de la forja de un herrero y un camino empedrado que serpentea hacia la verde sombra…
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Podía escribir la historia tres veces seguidas, desde tres puntos de vista; lo que la emocionaba era la perspectiva de libertad, de verse exonerada de la lucha engorrosa entre el bien y el mal, los héroes y los villanos. Ninguna de las tres versiones era mala ni tampoco especialmente buena. No necesitaba enjuiciar. No tenía que haber una moraleja. Solo había que mostrar mentes separadas, tan vivas como la suya, luchando contra la idea de que otras mentes estaban igualmente vivas. No era solo la maldad y las intrigas las que hacían infeliz a la gente, sino la confusión y la incomprensión; ante todo, era la incapacidad de comprender la sencilla verdad de que las demás personas son tan reales como uno. Y sólo en un relato se podía penetrar en esas mentes distintas y mostrar que valían lo mismo. Era la única enseñanza que debía haber en una historia.
Seis decenios más tarde contaría que a la edad de trece años había recorrido en sus escritos una historia completa de la literatura, empezando con relatos derivados de la tradición europea de los cuentos populares y siguiendo por el teatro de simple intención moral, hasta llegar a un realismo psicológico imparcial que había descubierto por sí misma una mañana especial, durante la ola de calor de 1935.
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Creía saber describir bastante bien las acciones, y poseía el tranquillo del diálogo. Podía hablar de los bosques en invierno, y del siniestro muro de un castillo. ¿Pero cómo hablar de sentimientos? Estaba muy bien escribir Se sintió triste, o describir lo que hacía una persona triste, pero ¿cómo se describía la tristeza misma, cómo se pintaba de tal manera que se sintiese su cercanía enervante?
*****
La era de las respuestas claras había acabado. Al igual que la época de los personajes y las tramas. A pesar de sus bosquejos del diario, ya no creía realmente en los personajes. Eran recursos singulares que pertenecían al siglo XIX. El concepto mismo de personaje se basaba en errores que la psicología moderna había dejado al descubierto. Las tramas eran asimismo una maquinaría herrumbrosa cuyas ruedas ya no giraban. Un novelista moderno no podía crear personajes y tramas del mismo modo que un compositor moderno tampoco podía componer una sinfonía de Mozart. Lo que a ella le interesaba era el pensamiento, la percepción, las sensaciones, la mente consciente como un río a través del tiempo, y el modo de representar el flujo de su avance, así como todos los afluentes que lo engrosaban y los obstáculos que podían desviarlo. Ojalá lograse reproducir la luz clara de una mañana de verano, las sensaciones de un niño delante de una ventana, la curva y el descenso del vuelo de una golondrina sobre una charca. La novela del futuro sería distinta a todo lo que se había escrito en el pasado. Había leído tres veces Las olas, de Virginia Woolf, y pensaba que se estaba operando una gran transformación en la propia naturaleza, y que sólo la ficción, una nueva clase de ficción, podía capturar la esencia del cambio. Penetrar en una mente y mostrarla en acción, o siendo accionada, y hacerlo con un designio simétrico, constituía un triunfo artístico.
Ian McEwan
Expiación

lunes, 9 de junio de 2008

Según cierto filósofo

Según cierto filósofo llamado Heráclito, nada es constante, todo muta y no nos bañaremos 2 veces en las mismas aguas de este río que, en una imagen clásica, viene a ser la vida. En este sentido, es muy curiosa e ingenua la teoría hinduista de la reencarnación, ya que, en efecto, todo muta y a cada segundo morimos y nos reencarnamos, morimos y nos reencarnamos, etcétera. [Aparte, hay algo que aún no se entiende: la cuerda, el hilo, gracias a Ariadna, fue lo primero que conocimos como método eficaz para comunicarnos a distancia. Tardamos siglos en desprendernos de él hasta formalizar eficazmente las comunicaciones inalámbricas en antenas, códigos electromagnéticos y satélites inmediatos. Ahora están excavando las calles de todas las ciudades a fin de cablearlas [fibra óptica o equivalentes], y esta vuelta al origen, al hilo de Ariadna, no es sólo simbólica pues constantemente hay que detener las excavaciones al encontrarse restos de conductos antiguos, alcantarillados griegos, calzadas romanas: primigenios cableados. Esto, en cierto modo, sí que constituye una auténtica reencarnación hinduista, pero de lo inorgánico.] [Aunque ya digo, aún no se entiende.]
Agustín Fernández Mallo
Nocilla Experience