miércoles, 11 de febrero de 2009
martes, 10 de febrero de 2009
Una canción para Vila-Matas
Hago una primera lectura con avidez, luego, vuelvo a tomar el libro, en los márgenes aún no hay nada y es cuando, lápiz en mano, comienza mi diálogo con él. Comentarios, anotaciones, subrayados, coincidencias… Sonrío.
Me gustaría decirle cuánto suponen sus libros para mí, cómo me abren caminos y de qué modo sumergirme en lo que escribe y seguirle es una aventura que temo terminar cada vez que me acerco a las últimas páginas. Nunca tengo suficiente.
Decirle todo eso es imposible, así que voy a dejar aquí una canción de un grupo que le pone de buen humor. Es mi manera de darle las gracias.
Me gustaría decirle cuánto suponen sus libros para mí, cómo me abren caminos y de qué modo sumergirme en lo que escribe y seguirle es una aventura que temo terminar cada vez que me acerco a las últimas páginas. Nunca tengo suficiente.
Decirle todo eso es imposible, así que voy a dejar aquí una canción de un grupo que le pone de buen humor. Es mi manera de darle las gracias.
“Aquí estoy en mi cuarto habitual, donde me parece haber estado siempre. Como en tantas mañanas de mi vida, me encuentro en casa escribiendo. Suena, contundente, la música de Be My Baby, cantada por The Ronettes. Cuando tenía diecisiete años era mi canción favorita. De pronto, oigo perfectamente que alguien acaba de llegar en ascensor al rellano. Pero es extraño. Quien ha llegado no llama a ninguna de las cuatro puertas, ni se dispone a abrir ninguna de ellas. Es como si se hubiera quedado indeciso, aturdido o simplemente inmóvil ahí. Llevo tantos años en esta casa que controlo muy bien los sonidos que se producen cerca de mi puerta. Pasan casi dos minutos hasta que, exactamente cuando termina la canción, llaman a mi timbre. Abro. Veo a un hombre de parecida edad a la mía. Es el mensajero de una editorial y ha venido para entregarme un libro. Me lo da y le firmo en un papel. “Las Ronettes…”, susurra melancólico el hombre. “Me ponen de buen humor”, le comento sin mostrarme sorprendido -aunque lo estoy- de que conozca a The Ronettes. Sonrío, me despido, cierro la puerta despacio, con la amabilidad acostumbrada. Me quedo escuchando detrás de la puerta y noto que el hombre no entra en el ascensor. Puede que haya vuelto a quedarse inmóvil en el rellano. Seguramente se ha quedado apoyado en una pared, roto, deshecho de nostalgia y hasta llorando, esperando a que vuelva a ponerle Be My Baby.”
Enrique Vila-Matas
Dietario voluble
sábado, 7 de febrero de 2009
Bambino y Pitingo
Para A. que los canta a voz en grito mientras conduce.
Son iguales y distintos, dice.
Estoy aprendiendo.
¡Oléeeeee!
¡Ehhjeeeeeeee!
¡Vaaaaaaaaa!
¡Eleeeeeeeeeeee!
¡Aleeeeeeeeee!
¡Yaaaaaa!
¡Heeeeeeee!
¡Daleee!
¡Uhhjuuuuuuu!
¡Arsaaaaaaa!
¡Huyeeeeeeeee!
¡Eaaaaaaa!
¡Ehjeeeeeeeeeeeee!
¡Oléeeeee!
viernes, 6 de febrero de 2009
Dos de Guillermo Fesser
Quiero una hamburguesa. Eso es todo. Pero resulta imposible pedirla de un modo sencillo, por favor, quiero una hamburguesa, sin que la camarera te someta a un examen oral, tipo MIR, en el que te bombardea con un chorro de cuestiones con respuestas multiopcionales que tienes que ir solventando a tiempo real. Si te retrasas se impacienta la camarera. Si dudas se inquietan el resto de los comensales.
Lo suelto: Quiero una hamburguesa. Muy bien, ¿y cómo la quieres? Rare, medium, done or well done? Te lo dije. Yo sé que la quiero poco hecha, pero tampoco ensangrentada como las perlas de Alaska y Dinarama. Le digo: Medium, pero un poco rare. O sea… ¿medium-rare? Correcto. Primera prueba superada. Espérate que no ha empezado lo bueno. El pan. White, rye, whole wheat or French bread? Blanco, de centeno, de trigo o francés. De trigo, por decir algo. In a roll or in a bun? Por favor… Pido el bun que es el bollito de hamburguesa de toda la vida. Estupendo, ¿algún ingrediente extra? ¿Queso, cebolla, lechuga, tomate, pepinillo? Cebolla, lechuga y tomate, gracias. La hamburguesa viene con un plato de patatas a elegir. Vale. Ya, pero ¿las quiere al alioli o fritas? Fritas. ¿Ensalada? Sí, un plato de ensalada. ¿De pasta o de hortalizas? Dios, verde; una ensaladita verde. ¿Con qué tipo de aliño? ¿Italiana, vinagreta, salsa rosa, estilo mil islas o salsa ranchera? Ah… Aceite de oliva y vinagre de Módena, la italiana. Gracias. De nada.
Lo suelto: Quiero una hamburguesa. Muy bien, ¿y cómo la quieres? Rare, medium, done or well done? Te lo dije. Yo sé que la quiero poco hecha, pero tampoco ensangrentada como las perlas de Alaska y Dinarama. Le digo: Medium, pero un poco rare. O sea… ¿medium-rare? Correcto. Primera prueba superada. Espérate que no ha empezado lo bueno. El pan. White, rye, whole wheat or French bread? Blanco, de centeno, de trigo o francés. De trigo, por decir algo. In a roll or in a bun? Por favor… Pido el bun que es el bollito de hamburguesa de toda la vida. Estupendo, ¿algún ingrediente extra? ¿Queso, cebolla, lechuga, tomate, pepinillo? Cebolla, lechuga y tomate, gracias. La hamburguesa viene con un plato de patatas a elegir. Vale. Ya, pero ¿las quiere al alioli o fritas? Fritas. ¿Ensalada? Sí, un plato de ensalada. ¿De pasta o de hortalizas? Dios, verde; una ensaladita verde. ¿Con qué tipo de aliño? ¿Italiana, vinagreta, salsa rosa, estilo mil islas o salsa ranchera? Ah… Aceite de oliva y vinagre de Módena, la italiana. Gracias. De nada.
*****
En la costa este cuando adquieres una parcela te conviertes en el propietario de todo el terreno. Si aparece un tesoro es tuyo. En el Oeste, sin embargo, los españoles aplicaron el concepto que regía en el Imperio: el derecho de propiedad se extendía hasta un metro por debajo de la superficie y, desde allí hasta el magma, le pertenecía a la Corona. Esto no significa que el gobierno sea dueño de todo el subsuelo de Tejas, Arizona o Colorado; pero implica que en esos estados una misma parcela puede tener dos propietarios. La gente ha ido comprando y vendiendo sin ser consciente de que, a veces, en el contrato no se incluían los derechos minerales. Como a nadie le afectaba, tampoco existía motivo para la preocupación. La sorpresa llega ahora que, con la angustia de desligarse de la dependencia del petróleo, las prospecciones en busca de gas natural se multiplican como hongos. Rancheros que poseen terrenos maravillosos descubren que no pueden impedir que les agujereen el pasto y les coloquen las torres. Les destrozan el paisaje sin nada a cambio. Las compañías petroleras llegan con una orden de explotación firmada por los dueños del subsuelo y, con ella en la mano, la ley los autoriza a actuar siempre y cuando se alejen a una distancia mínima de ciento ochenta metros de la vivienda.
Guillermo Fesser
A cien millas de Manhattan
Guillermo Fesser
A cien millas de Manhattan
sábado, 31 de enero de 2009
Sylvia y Ted
“…La imagen de la imponente pareja que habían formado (jóvenes, guapos, brillantes y excelentes poetas) quedó hecha añicos. Plath no pudo soportar ver destrozado aquel emblema de perfección por obra de la aparición de otro amor en la vida de Ted Hughes, quien sufrió durante decenios el reproche del feminismo universal. ¿Y la poesía? ¿Tanto la de ella como la de Ted Hughes? Léanlas. No salen en el Guinness de la desdicha ajena, pero valen la pena.”
Ana María Moix
Ana María Moix
¿Nos atraería tanto la obra de ambos sin ese trasfondo que conocemos a través de los libros, películas y artículos que nos han hecho partícipes de su desafortunada intimidad?
Creo que no.
De todo lo que he leído sobre ellos, el libro más contenido y acertado es La mujer en silencio de Janet Malcolm.
Os dejo un fragmento sobre biógrafos y lectores.
“La biografía es el medio por el cual los secretos que aún quedan de los muertos que son famosos les son arrebatados y se ofrecen a la vista del mundo… El voyeurismo y la indiscreción que sirven de acicate tanto a los escritores como a los lectores de biografías, quedan difuminados por un aparato de erudición destinado a proporcionar a la empresa una apariencia de amabilidad y solidez… Se presenta al biógrafo casi como una especie de benefactor. Se considera que ha sacrificado años de su vida a su tarea, sentado incansablemente en archivos y bibliotecas y manteniendo pacientemente entrevistas con los testigos. No existe distancia que no recorra, y cuanto el libro más refleje de su trabajo, el lector más creerá que está teniendo una experiencia literaria elevada, en lugar de simplemente escuchando chismes y leyendo el correo de otra persona. Raramente se reconoce la naturaleza transgresora de la biografía, pero ésa es la única explicación del estatuto de la biografía como género popular. La asombrosa tolerancia del lector (algo que no ampliaría a una novela escrita la mitad de mal que la mayoría de las biografías) sólo tiene sentido cuando la vemos como una especie de connivencia entre él y el biógrafo en un excitante compromiso prohibido…”
Janet Malcolm
La mujer en silencio
Etiquetas:
Ana María Moix,
Janet Malcolm,
Sylvia Plath,
Ted Hugues
domingo, 18 de enero de 2009
Flaubert y el albatros
…dijo que Flaubert y Du Camp tomaron un barco en Marsella con destino a Alejandría, un barco que se llamaba Nilo, al que subieron la mañana del domingo 4 de noviembre de 1849. El capitán se apellidaba Rey, extraño individuo poco hablador y distante, matizó Griffin haber leído al respecto, y su segundo de a bordo era el teniente Roux, con quien Flaubert enseguida entabló buenas relaciones, mejores que con el propio Du Camp, tan fatuo y vanidoso, como se sabe, puntualizó Griffin. El joven Roux, para entretener a algunos pasajeros, solía relatar viajes por mar y aventuras peligrosas que tenían por escenario el Cabo de Hornos. Sin embargo, a Gustave lo que más le impresionó fue el relato de un hecho trágico protagonizado por un ave, un albatros…
Al parecer contó Roux, según Griffin, que en una de las travesías en bergantín por la Tierra del Fuego en que estuvo el mismo Roux de marino, un hombre cayó al mar, un cirujano de Limoges con el que acababa de jugar a las cartas, y antes de que pudieran hacer nada por él, arrojándole desde la borda un salvavidas, se abatió sobre su cabeza un enorme albatros que a golpes de ala y picotazos lo hundió hasta ahogarlo, y quizá lo hizo -y ésta era la razón que al objeto de aliviar el dramatismo de su relato aducía Roux, dijo Griffin- para vengarse de la muerte del albatros cantada cincuenta años antes por Coleridge en su Rime of the Ancient Mariner. Tal vez por eso, temiendo que algún día se lanzase sobre él el fantasma de ése o de cualquier otro albatros abatido, aquel viaje que hizo Flaubert, terminó Griffin, fue el único en barco que el escritor hizo en toda su vida, y lo describió brevemente, para conjurarlo, en L’Éducation sentimentale, cuando a su alter ego Frédéric Moreau le hace meramente “viajar” y “regresar”, sin que entre ambos hechos existiese nada más que un breve párrafo de tres líneas para dejar constancia sintética de la melancolía de los paquebotes, el frío del amanecer, el vértigo de los paisajes y los efímeros amores interrumpidos.
Adolfo García Ortega
Autómata
Al parecer contó Roux, según Griffin, que en una de las travesías en bergantín por la Tierra del Fuego en que estuvo el mismo Roux de marino, un hombre cayó al mar, un cirujano de Limoges con el que acababa de jugar a las cartas, y antes de que pudieran hacer nada por él, arrojándole desde la borda un salvavidas, se abatió sobre su cabeza un enorme albatros que a golpes de ala y picotazos lo hundió hasta ahogarlo, y quizá lo hizo -y ésta era la razón que al objeto de aliviar el dramatismo de su relato aducía Roux, dijo Griffin- para vengarse de la muerte del albatros cantada cincuenta años antes por Coleridge en su Rime of the Ancient Mariner. Tal vez por eso, temiendo que algún día se lanzase sobre él el fantasma de ése o de cualquier otro albatros abatido, aquel viaje que hizo Flaubert, terminó Griffin, fue el único en barco que el escritor hizo en toda su vida, y lo describió brevemente, para conjurarlo, en L’Éducation sentimentale, cuando a su alter ego Frédéric Moreau le hace meramente “viajar” y “regresar”, sin que entre ambos hechos existiese nada más que un breve párrafo de tres líneas para dejar constancia sintética de la melancolía de los paquebotes, el frío del amanecer, el vértigo de los paisajes y los efímeros amores interrumpidos.
Adolfo García Ortega
Autómata
viernes, 16 de enero de 2009
Sigo con Kureishi
Últimamente pienso mucho en las parejas que conozco o con las que he coincidido en algún sitio, y me pregunto cuáles siguen enamoradas. Quedan algunas. Resulta tangible, se palpa el amor que se profesan, se nota la intensidad de su placer. No hace mucho, el día de puertas abiertas de la escuela de los niños, me fijé en una pareja que no estaba absorta el uno en el otro, cada uno hacía cosas a su aire. Pero en todo momento eran conscientes de la presencia del otro. De pronto, mientras su hijo correteaba, cuando creía que nadie la miraba, ella no pudo contenerse más y le pasó a su marido la mano por el cabello y él le dio un beso.
No resulta sorprendente que todo el mundo lo desee…, como si se hubiese conocido el amor anteriormente y apenas se pudiese recordar, pero uno se siente obligado a buscarlo sin pausa, como si fuese la única razón por la que mereciese la pena vivir. Sin amor, la mayor parte de la vida permanece apagada. Por desgracia, nada es tan fascinante como el amor.
Hanif Kureishi
Intimidad
No resulta sorprendente que todo el mundo lo desee…, como si se hubiese conocido el amor anteriormente y apenas se pudiese recordar, pero uno se siente obligado a buscarlo sin pausa, como si fuese la única razón por la que mereciese la pena vivir. Sin amor, la mayor parte de la vida permanece apagada. Por desgracia, nada es tan fascinante como el amor.
Hanif Kureishi
Intimidad
Kureishi y Peri Rossi
Sé que el amor es un trabajo sucio; tienes que mancharte las manos. Si te mantienes a distancia, no sucede nada interesante. Además, debes encontrar la distancia adecuada entre las personas. Si están demasiado cerca, te aplastan; si están demasiado lejos, te abandonan, ¿Cómo mantenerlos en la situación adecuada?
Hanif Kureishi
Intimidad
Hanif Kureishi
Intimidad
En el amor y en el boxeo
todo es cuestión de distancia
Si te acercas demasiado me excito
me asusto
me obnubilo…………digo tonterías
me echo a temblar
pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas.
Cristina Peri Rossi
Otra vez Eros
sábado, 3 de enero de 2009
Pero tenía mis libros
Pero tenía mis libros. De tal modo que, aunque mis vínculos con la vida pudieran reducirse a la presencia de algunos pocos familiares próximos, tenía por contrapartida una enorme familia con la que era posible vivir todo tipo de situaciones de las que luego he ido viendo reproducirse en la realidad. Por ejemplo, a través de Merezhkovski me enamoré apasionadamente de Leonardo da Vinci. Tuve con él una intimidad más intensa que la que he tenido luego con algunos de mis amantes. Convalecí con Hans Castorp en La montaña mágica. A través de un Proust incomparable pude revivir las peripecias de un tiempo ido en el que, igual que en los folletos de las agencias de viajes, verdaderamente se había detenido el reloj. Lezama dejó en mí la huella de un universo donde la sonoridad de las palabras sustituía airosamente la violencia desnuda de los significados. Tuve con él la sensación exacta de fiebre que tuvo José Cemí tras el mosquitero de su casa de La Habana. Me inquieté con la piadosa Baldovina por el avance de las ronchas en los testículos de un niño enfermo como sólo se enferma en los libros, con esa intensidad apasionada con que escuché soñar después en voz alta a la abuela desalmada de la cándida Eréndida, con la intensidad con que Mishima se extasió y narró su éxtasis ante el hermoso Sebastián de Guido Reni, la intensidad con que sólo don Quijote pudo amar a una mujer inventada y con la que también Oliveira se enamora de la Maga en ese despropósito que Julio Cortázar tituló Rayuela, esa contranovela como hecha aposta para que lectoras como la que yo era entonces nos despeguemos a regañadientes de la ilusión. Hoy Leonardo y el barón de Charlus, la inquietante Albertina y José Cemí, la pequeña prostituta de ese cuento magistral de García Márquez, el loco manchego y la no menos loca Maga, siempre la Maga vagando insomne por los arrabales de París, son esa especie de fauna disponible de mi bestiario íntimo, las referencias sentimentales adonde tengo que acudir para encontrar asideros que me permitan justificar mi propia sensación de excepcionamiento. La sensación de habitar un mundo narrado tal vez por un demiurgo absurdo que, si he de ser sincera, olvida a veces la coherencia de la trama.
Inés Marful
Te sucederá lo que al río en primavera
Inés Marful
Te sucederá lo que al río en primavera
jueves, 1 de enero de 2009
Valor del pasado
Hay algo de inexacto en los recuerdos:
una línea difusa que es de sombra,
de error favorecido.
………………………….Y si la vida
en algo está cifrada
es en esos recuerdos
precisamente desvaídos, quizás remodelados por el tiempo
con un arte que implica ficción, pues verdadera
no puede ser la vida recordada.
…………………………………….Y sin embargo
a ese engaño debemos lo que al fin
será la vida cierta, y a ese engaño
debemos ya lo mismo que a la vida.
Felipe Benítez Reyes
una línea difusa que es de sombra,
de error favorecido.
………………………….Y si la vida
en algo está cifrada
es en esos recuerdos
precisamente desvaídos, quizás remodelados por el tiempo
con un arte que implica ficción, pues verdadera
no puede ser la vida recordada.
…………………………………….Y sin embargo
a ese engaño debemos lo que al fin
será la vida cierta, y a ese engaño
debemos ya lo mismo que a la vida.
Felipe Benítez Reyes
Suscribirse a:
Entradas (Atom)