Después de haber amado (y hasta a veces en serio),
y de haber sido amados (incluso de verdad).
Después de haber escrito, pero sin nombrar nunca
lo que era necesario. Después de las ciudades,
los cuerpos, los objetos, después de haber dejado
atrás lo memorable con que hemos coincidido,
después de defraudar, después de defraudarnos,
después de recorrer el callejón del tiempo,
después de la impiedad, después del fuego,
se acaba por llegar al final de la noche.
Y allí la lluvia cae oscura sobre el mundo,
y ya no hay ocasión para decir después.
Carlos Marzal
martes, 13 de marzo de 2007
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