jueves, 28 de febrero de 2008

Esto era el mar

Esto era el mar
tener que subir a gatas por la orilla
reprimir la náusea cuando
faltaban las mareas
despejar de besos
los besos que nunca fueron para mí
y ahora me llegan
en un oleaje de siempre.
Carmen Moreno

viernes, 22 de febrero de 2008

Después de todo

Tienes razón: sin duda
esto era el mar y nos mecía
entre una orilla y otra, removía
las sábanas, marcaba con espuma
los gritos de partida o de llegada,
aventaba a cubierta peces muertos.


Tienes razón. Pero en el puerto
nos esperaba el hambre de las ratas.
Aurelio Asiaín

La palabra por la palabra

Muchos escritores basan su obra en la palabra por la palabra misma: es decir la escritura. La moda es esa: escribir por escribir; importa poco la historia que cuenta el personaje, solamente la forma. En la actualidad hay muchos estudios sobre semántica, estructuralismo y lo que es peor, el laconismo, que nos ha hundido al querer estudiar la palabra como símbolo absoluto. Hoy lo vemos en la novela objetivista francesa que son los iniciadores de la moda. Creo que esto anuló lo humano y lamentablemente existen muchos imitadores en todo el mundo.
Juan Rulfo

martes, 12 de febrero de 2008

En el barrio bajo

En el barrio bajo de otra ciudad, al que Equis le gustaba visitar porque estaba lleno de farolillos chinos y de guirnaldas de colores, para atraer a los marineros de los barcos holandeses y filipinos que estacionaban allí, Equis conoció una vez a un hombre gordo y bonachón, con el labio inferior partido a raíz de una bala, que se había enamorado de una muchacha muy joven, soltera y madre de una niña negra.
El hombre era dueño de un pequeño bar que atendía él mismo, cuyas paredes estaban llenas de fotografías de caballos y de jockeys de otros tiempos, pues de joven había tenido gran afición por las carreras de caballos.
Antes de enamorarse, a las doce de la noche invitaba a irse a los últimos parroquianos, pero desde que la mujer entró, una tarde, al bar (se había sentado frente a una de las mesas redondas, de pie de hierro y superficie de mármol que estaba cerca de la ventana) y mirando a la pequeña, primero, de tersa piel oscura, y luego a él, que asombrado y diligente se acercó a servirla, pidió una Coca-Cola con dos vasos, por favor, el bar no cerraba: lo dejaba abierto toda la noche con la esperanza de que ella y la pequeña, cansadas y somnolientas, volvieran a aparecer.
(De todos modos, decía, tengo insomnio, y si ellas regresan, no me gustaría que encontraran el bar cerrado. No hay nada peor que una ciudad nocturna, llena de carteles luminosos brillando en el aire hostil de las casas y los bares cerrados.)
La mujer había vuelto, efectivamente, un par de veces, siempre acompañada por su hija negra, y él le había regalado bombones de fresa, una medalla de oro que llevaba desde niño colgada al cuello, todas las monedas antiguas que coleccionaba en una lata de café vacía, y un libro de cuentos. A la mujer no le regaló nada, porque temía ofenderla, pero conversaron sobre temas generales. (Así definió el hombre gordo la conversación y Equis creyó oportuno preguntarle, sin énfasis, en qué consistían los temas generales. El hombre gordo lo miró sin suspicacia y le contestó: la soledad, la vida, la muerte, el precio del aceite y de la gasolina, los colegios de enseñanza primaria y las enfermedades de los niños.)

Cuando Equis regresó a la ciudad, buscó el bar y lo encontró. Se sintió reconfortado: le hacía daño volver a una ciudad y descubrir que en su ausencia muchas cosas se habían modificado. Lo experimentaba como una oscura traición, como un agravio. Pero el bar seguía allí, en el mismo lugar, abierto todo el día (hay insomnios que no se curan) y el hombre gordo continuaba atendiendo a los clientes con cordialidad, pero a cierta distancia.
Lo reconoció, y Equis esperó un poco, antes de preguntarle por la mujer y por la niña. El dueño del bar carraspeó (dijo que había contraído un leve resfrío la noche anterior, que pasó en vela, detrás del mostrador, haciendo cuentas y limpiando botellas) y luego le contó que la muchacha venía, de vez en cuando, se sentaba frente a la mesa de siempre, pedía una Coca-Cola y dos vasos, se quedaba un rato y conversaban de temas generales. En la historia no había ningún progreso, pero el hombre y Equis coincidieron en que la esencia de algunas historias es precisamente ésa: no modificarse, permanecer, como reductos estables, como faros, como ciudadelas, frente al irresistible deterioro del tiempo.
Cristina Peri Rossi

lunes, 11 de febrero de 2008

Lo inesperado

Hoy la vida me ha hecho un regalo. Una mujer que creía lejana a mí ha regresado. Me envía esta canción. No hay palabras, sólo esta canción.

La quiero.
Tengo miedo.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Razones

"Bien está en otros sostenerse.
Porque nadie soporta la vida solo."
F. Hölderlin

Y porque estamos solos empezamos un verso.

Porque sentimos frío acercamos las manos
al calor de unos seres imposibles y bellos
que nos prestan sus ojos para observar el mundo.

Porque tenemos miedo miramos otras muertes
y en nuestra oscuridad encendemos un sol
de mediodía, inmóvil, que no se irá al ocaso.

Huyendo del dolor fatigamos el cuerpo
por calles de ciudades que nunca son la nuestra
de la mano de gentes que habitan en nosotros.

Porque tenemos prisa inventamos finales.
Porque nos falta el tiempo inventamos más tiempo.

Porque somos tan pobres no nos pesa apostar
lo poco que nos queda a este número incierto.

Porque somos humanos miramos a los dioses.
Porque no somos dioses jugamos a crear.
Irene Sánchez Carrón

martes, 5 de febrero de 2008

Planta 2

En pocas horas me contó su vida. No le pregunté nada, pero ella habló y habló de su marido, de su hijo, de sus venas quemadas, de su miedo. Del dolor no me habló.
Al atardecer, se puso el abrigo sobre la bata, sacó del armario un paquete de cigarrillos y dijo que se iba a fumar donde las enfermeras, a ese trocito de jardín que hay junto al parking.
La hubiera acompañado, pero me tenían conectada al suero.

sábado, 2 de febrero de 2008

Es carnaval

Es carnaval y todo huele a color y a música. Una desconocida se acerca a mi tristeza. Hombro con hombro estamos y soy yo quien le cuenta.
Araño en el pasado. Me sorprende mi voz.
La fiesta continúa y no consigo escapar del recuerdo.
Es terrible el poder de las palabras.