jueves, 22 de noviembre de 2007

Primera lectura adulta

Tenía nueve años cuando cambié las aventuras de Guillermo Brown, las de las gemelas en Santa Clara y todos los libros de Julio Verne por otro tipo de lecturas.
Era invierno, llovía, me pudo la curiosidad y decidí coger un libro que mi madre estaba leyendo, El abogado del diablo de Morris West.
Secuestré el libro y lo leí a escondidas. No entendí mucho de qué iba, pero leerlo me causaba la desazón de lo prohibido y lo que sucedía entre los personajes era algo completamente nuevo para mí, así que aquella lectura, de la que no saqué mucho en claro pero que me apasionó más que cualquiera de los libros que había leído hasta entonces, fue la puerta que me abrió la biblioteca de mi padre.
De esa manera me acerqué a personajes como Sorel, Bovary, Zhivago, Castorp y muchos otros. Casi todos esos libros los he vuelto a releer, menos El abogado del diablo.
No quiero perder aquella sensación que tuve a los nueve años.

¿Cuál fue tu primera lectura adulta?

domingo, 18 de noviembre de 2007

El último café



Desgarrador.
El tango.
Las imágenes.
Ella.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Un aliciente

Hay dolores que se recuerdan
con distanciamiento, como si
al pensarlo
pareciera que sí ha pasado
el tiempo.
Concha García

Fragmentando

Estaba ciega. Quería que usted fuese y no fuese ella. Si me comporté así, fue porque estaba herida. Las personas heridas son peligrosas. Le he pedido disculpas y le he intentado explicar el porqué de mi conducta. ¿No es suficiente?

Sólo es necesario tiempo para que hasta lo más terrible pueda contarse sin horror. ¿Y qué hay para una mujer enamorada más horrible que la mentira y el abandono? Nada.

Durante un tiempo a esa persona se la ve en todas, se la busca en todas, se la sufre en todas y se la quiere y se la detesta en todas. Sí, yo quería y no quería que usted fuese ella.

Mi herida cicatriza, apenas la noto, sólo a veces una ligera punzada, una leve molestia, una nostalgia, nada.

domingo, 4 de noviembre de 2007

La noche en las ciudades




(Looking for the heart of saturday night)
TOM WAITS
A Luis Antonio de Villena
A lo largo del tiempo
y en diversas ciudades, he observado a esa gente
que transita en la noche: bebedores anónimos,
muchachitas de un día, cuarentones
que regresan vencidos del amor, todos ellos
buscadores sin mapa de un tesoro.
Por calmar otra sed beben sin ganas,
y en sus ojos he visto esas preguntas
que a veces el amor supo acallar,
pero muerto el amor, de regreso en la noche,
en sus ojos seguían las preguntas,
esas mismas preguntas que se hicieron
los poetas románticos al contemplar la luna,
pero también los griegos y los árabes
y tantos otros cuya historia
desconoce esa gente que se hace
esas mismas preguntas, esas tristes preguntas
que a mí me asaltan hoy ante esta copa:
en la falsa moneda de la noche
¿he buscado su brillo o he buscado su sombra?
¿Qué queda de la dicha que algún sábado
he creído sentir, o es que sólo
existe fingimiento en la alegría?
¿Qué ciudades, qué noches, qué luces o qué sombras,
qué palabras, qué cuerpos,
o que extraño cansancio calmarán
este afán de vivir que la vida no sacia?
Para expresar lo que en las noches siento,
lo que en tantas ciudades y a través de los años
he sentido al volver los sábados a casa,
derrotado y dichoso, solitario,
debería quizá recurrir a la imagen
de esos vasos vacíos que la noche abandona
y en los que brilla el sol
por un instante al despuntar el día,
o haber sido un buen músico quizá,
escuchad a Tom Waits y dejad de leerme:
ahora
sólo a un blues se parece mi alma.
Vicente Gallego