martes, 23 de octubre de 2007

El apartamento de F. Company

De deliciosa cabe calificar esta pequeña obra maestra. La he leído con una constante sonrisa de complicidad en los labios y sé que os sucederá lo mismo porque todos hemos pasado por alguna ruptura amorosa y eso es lo que nos cuenta Flavia Company en El apartamento: qué nos pasa, qué le sucede a nuestra vida cuando nos damos cuenta de que “el amor es solamente tiempo y que como todo tiempo termina”.

Os dejo un par de fragmentos y os invito a disfrutarla.

“Una ruptura sentimental es algo tremendo y afecta a diversas partes del cuerpo, entre las que queda especialmente perturbada la cabeza -cuando no el sexo, lo cual todavía es peor-, hasta tal punto que cualquier persona, aun cuando haya deseado fervientemente separarse y lo haya considerado una decisión de primera necesidad, suele sufrir diversos ataques de arrepentimiento, debidos sobre todo al miedo de no volver a ser amada, a enfrentarse en soledad a los problemas de distinta magnitud que presenta toda existencia, por simple que sea, y por último a perder cierto estatus económico que sin duda hay que atribuir a que, cuando se paga entre dos, todo cuesta la mitad.”

“El capítulo del reparto de enseres y demás propiedades merecería todo un recuerdo aparte. Mejor olvidar. ¿Quién no se habrá empeñado en quedarse con algún objeto que durante todos los años de convivencia le había resultado innecesario e incluso molesto? Pero ahí está el orgullo, convertido de pronto en un CD, en una alfombrilla, en una cajonera, en un juego de toallas. Suerte que, de lejos, todas las tragedia son auténticas comedias.”

jueves, 11 de octubre de 2007

Sobre la novela

La mayoría de las novelas contemporáneas no están escritas. Adquieren su parte de realidad por la minuciosa reproducción de los sonidos que hacen los seres humanos en sus simples necesidades diarias de comunicación; y la parte de la novela que no está compuesta por estos sonidos consiste en una prosa que no tiene más vida que el trabajo de un redactor periodístico o de un funcionario competente.
T.S. Eliot

¿Sigue estando vigente esta afirmación realizada por Eliot en 1949?

miércoles, 10 de octubre de 2007

Tropismos y 'odradeks'

Menciona Francis Black, en el blog de de Flavia Company, este artículo de Vila-Matas. Y me ha gustado tanto que no puedo dejar de compartirlo desde aquí.
Gracias, Francis.

Yo tenía un amigo que siempre decía que existe un pulso entre las cosas y las palabras en el que las segundas tratan de dar cuenta de las primeras. Era un amigo que, como se desvivía por hacer tabla rasa de todo, quería excavar un túnel hacia el origen del lenguaje y conocer el nombre original y verdadero de las cosas. Según él, un sombrero, por ejemplo, nunca era un sombrero. Le vi un día de lluvia riendo sin sombrero a solas por la calle y me pareció descubrir en ese momento que él siempre había andado en busca de un lenguaje de antes del diluvio. Para mí fue siempre un amigo diferente a todos, y su recuerdo me recuerda que un día el nombre verdadero de las palabras se extravió.

Siempre me ha interesado la historia de las derivas silenciosas. Me fascinan los tropismos, por ejemplo, esos movimientos subterráneos donde se originan los comportamientos, las sensaciones, los actos. Los tropismos son esas vibraciones imperceptibles que modifican las relaciones entre los seres humanos, pero sin que nosotros lo notemos, porque se extravían antes de que podamos captarlos. Fue Nathalie Sarraute quien, con rigurosa atención, dio expresión literaria a esas derivas, situadas en la frontera misma entre lo que vemos y la vida de nuestra mente. No está al alcance de todo el mundo seguir el rastro fantasmal de los tropismos.

A veces pienso que la zona donde andan perdidos los verdaderos nombres de las palabras es un bosque vecino al que habitan, en su extravío, esos tropismos, que a su vez son familiares de aquel odradek que poseía una movilidad extraordinaria y nunca se dejaba atrapar, ese carrete de hilo plano que se extravió en la imaginación de Kafka y nunca llegó a ser. Y otras veces pienso que todos ellos, tropismos, odradeks y los verdaderos nombres de las cosas y de las palabras fundaron el territorio de los libros fantasmas, de los libros que pudieron ser y nunca han sido, esos libros que la imaginación del autor ha ido proyectando mientras escribía su novela, pero que, a cada momento, cuando se disponía a escribir la línea siguiente, cambiaba por otra idea de novela.

No todos los lectores saben que, en cada recodo del libro que uno está haciendo, otro libro posible aparece y es rechazado y enviado a la nada. Esos libros, sensiblemente diferentes al que acabaremos publicando, no conocen nunca el día de su escritura, no son en realidad escritos nunca, pero cuentan, están ahí, forman parte de la historia invisible de la literatura. Los críticos deberían tenerlos en cuenta, aunque la pregunta siempre es la misma: ¿cómo van a hacerlo si esos libros existen pero no están visibles, transcurren sus vidas entre los tropismos y los nombres olvidados de las palabras y las cosas, en medio de una densa niebla odradek que es necesario atrapar? ¿Y qué crítico, además, estaría dispuesto a perseguir la fantasmal traza del viaje del autor a través del desierto de unas páginas que no están, pero que, sin embargo, son muy importantes porque condicionaron muchas de las historias del libro? Porque esas páginas, en un momento dado, estuvieron y se comunicaron con las otras páginas e influyeron en algunos acontecimientos de la historia narrada para poco después extraviarse como si fueran tropismos, odradeks o bien los verdaderos nombres de las cosas, esos nombres que tanto hacían reír a mi amigo Paco Monge, que un día también se extravió. Se perdió y me envió desde un país lejano una pregunta que no he olvidado, la recuerdo muy bien: "¿Por qué no pensar que, allá abajo, también hay otro bosque en el que los nombres no tienen cosas?".
Enrique Vila-Matas

viernes, 5 de octubre de 2007

Inolvidable



Y te pido y me pido perdón por el presente.
Perdón por el futuro.

jueves, 4 de octubre de 2007

Antonia

Antonia se mueve por la casa con la rapidez y eficiencia de quien lleva muchos años ordenando las casas de los otros.
Antes de irse, Antonia entrará a darle un repaso a ese espacio en el que Lamujer trabaja y le contará que su hijo no va bien en Secundaria, que le gustaría tener un terreno para hacerse una torre, que los domingos su marido la lleva a tomar cerveza y bravas, que su suegra igual se viene a vivir con ellos, que ya llega tarde a la próxima casa, que el taller donde trabaja su marido va a cerrar… Cosas que Lamujer ya sabe, las mismas cosas que cuenta siempre Antonia con esa voz sonriente que hace un rato canturreaba por toda la casa. Luego, Lamujer le alargará un sobre y se despedirán hasta la próxima semana.
Lamujer lleva una vida apacible, cómoda. Pero a veces se sorprende deseando ser Antonia.

Indiferencia

La indiferencia es la peor forma de crueldad. No hacer es una manera de hacer.
Eugenia rico

Y ahora, la pregunta:
¿Tú también, Brutus?
Shakespeare

miércoles, 3 de octubre de 2007

¡Belén Gopegui!

Hoy he sabido que Belén Gopegui tenía un nuevo libro en la calle: El padre de Blancanieves. Así que, antes de comprarlo, me he puesto a husmear en Google para saber qué me espera y de todo lo leído me quedo con esto que aquí os dejo.

lunes, 1 de octubre de 2007

X

Camino
en un jardín de brasas frescas
bajo su abrigo de hojas.


Un carbón ardiente sobre la boca.
Philippe Jaccottet