sábado, 31 de enero de 2009

Sylvia y Ted

“…La imagen de la imponente pareja que habían formado (jóvenes, guapos, brillantes y excelentes poetas) quedó hecha añicos. Plath no pudo soportar ver destrozado aquel emblema de perfección por obra de la aparición de otro amor en la vida de Ted Hughes, quien sufrió durante decenios el reproche del feminismo universal. ¿Y la poesía? ¿Tanto la de ella como la de Ted Hughes? Léanlas. No salen en el Guinness de la desdicha ajena, pero valen la pena.”
Ana María Moix

¿Nos atraería tanto la obra de ambos sin ese trasfondo que conocemos a través de los libros, películas y artículos que nos han hecho partícipes de su desafortunada intimidad?
Creo que no.
De todo lo que he leído sobre ellos, el libro más contenido y acertado es La mujer en silencio de Janet Malcolm.
Os dejo un fragmento sobre biógrafos y lectores.

“La biografía es el medio por el cual los secretos que aún quedan de los muertos que son famosos les son arrebatados y se ofrecen a la vista del mundo… El voyeurismo y la indiscreción que sirven de acicate tanto a los escritores como a los lectores de biografías, quedan difuminados por un aparato de erudición destinado a proporcionar a la empresa una apariencia de amabilidad y solidez… Se presenta al biógrafo casi como una especie de benefactor. Se considera que ha sacrificado años de su vida a su tarea, sentado incansablemente en archivos y bibliotecas y manteniendo pacientemente entrevistas con los testigos. No existe distancia que no recorra, y cuanto el libro más refleje de su trabajo, el lector más creerá que está teniendo una experiencia literaria elevada, en lugar de simplemente escuchando chismes y leyendo el correo de otra persona. Raramente se reconoce la naturaleza transgresora de la biografía, pero ésa es la única explicación del estatuto de la biografía como género popular. La asombrosa tolerancia del lector (algo que no ampliaría a una novela escrita la mitad de mal que la mayoría de las biografías) sólo tiene sentido cuando la vemos como una especie de connivencia entre él y el biógrafo en un excitante compromiso prohibido…”
Janet Malcolm
La mujer en silencio

domingo, 18 de enero de 2009

Flaubert y el albatros

…dijo que Flaubert y Du Camp tomaron un barco en Marsella con destino a Alejandría, un barco que se llamaba Nilo, al que subieron la mañana del domingo 4 de noviembre de 1849. El capitán se apellidaba Rey, extraño individuo poco hablador y distante, matizó Griffin haber leído al respecto, y su segundo de a bordo era el teniente Roux, con quien Flaubert enseguida entabló buenas relaciones, mejores que con el propio Du Camp, tan fatuo y vanidoso, como se sabe, puntualizó Griffin. El joven Roux, para entretener a algunos pasajeros, solía relatar viajes por mar y aventuras peligrosas que tenían por escenario el Cabo de Hornos. Sin embargo, a Gustave lo que más le impresionó fue el relato de un hecho trágico protagonizado por un ave, un albatros…
Al parecer contó Roux, según Griffin, que en una de las travesías en bergantín por la Tierra del Fuego en que estuvo el mismo Roux de marino, un hombre cayó al mar, un cirujano de Limoges con el que acababa de jugar a las cartas, y antes de que pudieran hacer nada por él, arrojándole desde la borda un salvavidas, se abatió sobre su cabeza un enorme albatros que a golpes de ala y picotazos lo hundió hasta ahogarlo, y quizá lo hizo -y ésta era la razón que al objeto de aliviar el dramatismo de su relato aducía Roux, dijo Griffin- para vengarse de la muerte del albatros cantada cincuenta años antes por Coleridge en su Rime of the Ancient Mariner. Tal vez por eso, temiendo que algún día se lanzase sobre él el fantasma de ése o de cualquier otro albatros abatido, aquel viaje que hizo Flaubert, terminó Griffin, fue el único en barco que el escritor hizo en toda su vida, y lo describió brevemente, para conjurarlo, en L’Éducation sentimentale, cuando a su alter ego Frédéric Moreau le hace meramente “viajar” y “regresar”, sin que entre ambos hechos existiese nada más que un breve párrafo de tres líneas para dejar constancia sintética de la melancolía de los paquebotes, el frío del amanecer, el vértigo de los paisajes y los efímeros amores interrumpidos.
Adolfo García Ortega
Autómata

viernes, 16 de enero de 2009

Sigo con Kureishi

Últimamente pienso mucho en las parejas que conozco o con las que he coincidido en algún sitio, y me pregunto cuáles siguen enamoradas. Quedan algunas. Resulta tangible, se palpa el amor que se profesan, se nota la intensidad de su placer. No hace mucho, el día de puertas abiertas de la escuela de los niños, me fijé en una pareja que no estaba absorta el uno en el otro, cada uno hacía cosas a su aire. Pero en todo momento eran conscientes de la presencia del otro. De pronto, mientras su hijo correteaba, cuando creía que nadie la miraba, ella no pudo contenerse más y le pasó a su marido la mano por el cabello y él le dio un beso.
No resulta sorprendente que todo el mundo lo desee…, como si se hubiese conocido el amor anteriormente y apenas se pudiese recordar, pero uno se siente obligado a buscarlo sin pausa, como si fuese la única razón por la que mereciese la pena vivir. Sin amor, la mayor parte de la vida permanece apagada. Por desgracia, nada es tan fascinante como el amor.
Hanif Kureishi
Intimidad

Kureishi y Peri Rossi

Sé que el amor es un trabajo sucio; tienes que mancharte las manos. Si te mantienes a distancia, no sucede nada interesante. Además, debes encontrar la distancia adecuada entre las personas. Si están demasiado cerca, te aplastan; si están demasiado lejos, te abandonan, ¿Cómo mantenerlos en la situación adecuada?
Hanif Kureishi
Intimidad

En el amor y en el boxeo
todo es cuestión de distancia
Si te acercas demasiado me excito
me asusto
me obnubilo…………digo tonterías
me echo a temblar
pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas.
Cristina Peri Rossi
Otra vez Eros

sábado, 3 de enero de 2009

Pero tenía mis libros

Pero tenía mis libros. De tal modo que, aunque mis vínculos con la vida pudieran reducirse a la presencia de algunos pocos familiares próximos, tenía por contrapartida una enorme familia con la que era posible vivir todo tipo de situaciones de las que luego he ido viendo reproducirse en la realidad. Por ejemplo, a través de Merezhkovski me enamoré apasionadamente de Leonardo da Vinci. Tuve con él una intimidad más intensa que la que he tenido luego con algunos de mis amantes. Convalecí con Hans Castorp en La montaña mágica. A través de un Proust incomparable pude revivir las peripecias de un tiempo ido en el que, igual que en los folletos de las agencias de viajes, verdaderamente se había detenido el reloj. Lezama dejó en mí la huella de un universo donde la sonoridad de las palabras sustituía airosamente la violencia desnuda de los significados. Tuve con él la sensación exacta de fiebre que tuvo José Cemí tras el mosquitero de su casa de La Habana. Me inquieté con la piadosa Baldovina por el avance de las ronchas en los testículos de un niño enfermo como sólo se enferma en los libros, con esa intensidad apasionada con que escuché soñar después en voz alta a la abuela desalmada de la cándida Eréndida, con la intensidad con que Mishima se extasió y narró su éxtasis ante el hermoso Sebastián de Guido Reni, la intensidad con que sólo don Quijote pudo amar a una mujer inventada y con la que también Oliveira se enamora de la Maga en ese despropósito que Julio Cortázar tituló Rayuela, esa contranovela como hecha aposta para que lectoras como la que yo era entonces nos despeguemos a regañadientes de la ilusión. Hoy Leonardo y el barón de Charlus, la inquietante Albertina y José Cemí, la pequeña prostituta de ese cuento magistral de García Márquez, el loco manchego y la no menos loca Maga, siempre la Maga vagando insomne por los arrabales de París, son esa especie de fauna disponible de mi bestiario íntimo, las referencias sentimentales adonde tengo que acudir para encontrar asideros que me permitan justificar mi propia sensación de excepcionamiento. La sensación de habitar un mundo narrado tal vez por un demiurgo absurdo que, si he de ser sincera, olvida a veces la coherencia de la trama.
Inés Marful
Te sucederá lo que al río en primavera

jueves, 1 de enero de 2009

Valor del pasado

Hay algo de inexacto en los recuerdos:
una línea difusa que es de sombra,
de error favorecido.
………………………….Y si la vida
en algo está cifrada
es en esos recuerdos
precisamente desvaídos, quizás remodelados por el tiempo
con un arte que implica ficción, pues verdadera
no puede ser la vida recordada.
…………………………………….Y sin embargo
a ese engaño debemos lo que al fin
será la vida cierta, y a ese engaño
debemos ya lo mismo que a la vida.
Felipe Benítez Reyes