sábado, 3 de enero de 2009

Pero tenía mis libros

Pero tenía mis libros. De tal modo que, aunque mis vínculos con la vida pudieran reducirse a la presencia de algunos pocos familiares próximos, tenía por contrapartida una enorme familia con la que era posible vivir todo tipo de situaciones de las que luego he ido viendo reproducirse en la realidad. Por ejemplo, a través de Merezhkovski me enamoré apasionadamente de Leonardo da Vinci. Tuve con él una intimidad más intensa que la que he tenido luego con algunos de mis amantes. Convalecí con Hans Castorp en La montaña mágica. A través de un Proust incomparable pude revivir las peripecias de un tiempo ido en el que, igual que en los folletos de las agencias de viajes, verdaderamente se había detenido el reloj. Lezama dejó en mí la huella de un universo donde la sonoridad de las palabras sustituía airosamente la violencia desnuda de los significados. Tuve con él la sensación exacta de fiebre que tuvo José Cemí tras el mosquitero de su casa de La Habana. Me inquieté con la piadosa Baldovina por el avance de las ronchas en los testículos de un niño enfermo como sólo se enferma en los libros, con esa intensidad apasionada con que escuché soñar después en voz alta a la abuela desalmada de la cándida Eréndida, con la intensidad con que Mishima se extasió y narró su éxtasis ante el hermoso Sebastián de Guido Reni, la intensidad con que sólo don Quijote pudo amar a una mujer inventada y con la que también Oliveira se enamora de la Maga en ese despropósito que Julio Cortázar tituló Rayuela, esa contranovela como hecha aposta para que lectoras como la que yo era entonces nos despeguemos a regañadientes de la ilusión. Hoy Leonardo y el barón de Charlus, la inquietante Albertina y José Cemí, la pequeña prostituta de ese cuento magistral de García Márquez, el loco manchego y la no menos loca Maga, siempre la Maga vagando insomne por los arrabales de París, son esa especie de fauna disponible de mi bestiario íntimo, las referencias sentimentales adonde tengo que acudir para encontrar asideros que me permitan justificar mi propia sensación de excepcionamiento. La sensación de habitar un mundo narrado tal vez por un demiurgo absurdo que, si he de ser sincera, olvida a veces la coherencia de la trama.
Inés Marful
Te sucederá lo que al río en primavera

8 comentarios:

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

nunuaria,

Es precioso el texto que nos presentas. Jamás he leído un texto tan bonito, en el que la lectura se integra con la vida propia, en el que uno vive los libros, en el que los libros forman parte de nosotros mismos. Me haces recordar una frase que suelo repetir mucho a mis alumnos: que la Informática jamás substituirá a los libros, porque a los libros hay que tratarlos como a las mujeres: verlos, acariciarlos, repasarlos, volver atrás y seguir adelante, quererlos, amarlos, y muchas cosas más. Eso no se puede hacer con el texto en una pantalla. Así de simple.

En mi caso, eso pasa con algunos libros que leí hace ya bastantes años: siempre han formado parte de mi vida. Uno de ellos es: Max Scheler, "Esencia y formas de la simpatía". Leyendo ese libro a los veinte años, yo me sentía lleno de vida por dentro, "simpatizaba", "empatizaba" mucho más y muy mejor con el mundo circundante. Amaba, aunque fuera idealmente, con más profundidad.

nunuaria dijo...

Pues sí, Antonio, también me parece un texto que refleja lo que sentimos muchos lectores con algunos libros.
Por otra parte, ésta es la primera novela que publicó Inés Marful y colecciono primeras obras, así que me hizo mucha ilusión que me la regalaran estos días.
Anoto "Esencia y formas de la simpatía" de Max Scheler.
Gracias.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

nunuaria,
Ya te seguiré explicando más cosas de libros que me impactaron, libros de los que no podría prescindir. Otro que he leído con auténtica adicción es:
E. Spranger: Psicología de la edad juvenil.
Habla del AMOR y de las sensaciones que se perciben en el enamoramiento como nadie. Una maravilla. Hay que leerlo cuando uno está enamorado, y, cuando no lo está, pues también. Es muy difícil de encontrar. Yo lo encontré en el Mercado de San Antonio.
Aquí tienes un enlace que te puede interesar:
http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=5605&cat=filosofia

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

nnuaria,
Aquí tienes un enlace donde se ve el libro de que te hablé:
http://www.buscalibros.cl/libro.php?libro=641716

nunuaria dijo...

Antonio, gracias por compartir conmigo tus lecturas y gracias por los enlaces.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

nunuaria,

Es todo un placer compartir opiniones contigo. Seguiremos en contacto. Hoy le he dedicado una parrafada a Flavia, por lo de "Con la soga al cuello". Creo que tiene cierto interés el comentario que le he hecho. ¡Vaya! Me estoy dando cuenta de que tengo una modestia que.... Bueno, prefiero decir lo que siento.

NáN dijo...

Es un caramelo, este texto,para los que tenemos problemas en visualizar los límites entre vida y literatura.

Un dulce en estos tiempos amargos.

Un fuerte abrazo

nunuaria dijo...

Pues sí, nán, un hermoso texto que pertenece a un gran libro.
Es difícil de encontrar, pero igual en una de esas librerías que frecuentas...
Creo que te gustaría leerlo.
Un abrazo.