martes, 28 de octubre de 2008

Zweig y Nothomb

Hace unos días leí La piedad peligrosa de Zweig y hoy, Las catilinarias de Nothomb.
La casualidad en el orden de mis lecturas y en los envíos de la Biblioteca me ha hecho cambiar esta entrada.
Pensaba hacer lo habitual en mí que es dejar alguna cita de ambos libros, pero he hallado un gran paralelismo en el comportamiento de los personajes de estas obras. La misma Nothomb hace decir a uno de sus personajes: “¿Por qué no lees La Piedad peligrosa?”.
Porque es la piedad la que también mueve a los personajes de Nothomb, pero de una forma mucho más aterradora.

martes, 14 de octubre de 2008

Hombres y barcos

Sin embargo los hombres, como los barcos, tienen una debilidad; y como dice Marlow en Lord Jim, nadie está libre de ella: “De la debilidad desconocida, pero quizá sospechada -del mismo modo que, en algunas regiones del mundo, sospechas que hay una serpiente venenosa en cada arbusto_, de la debilidad que pueda hallarse oculta, observada o no, temida o despreciada con valentía, reprimida o quizás ignorada durante más de la mitad de la vida, ninguno de nosotros está a salvo”, Jim, que saltó por la borda y abandonó el barco, era “uno de nosotros”. Si Marlow le hubiese confiado la cubierta, no la habría tenido a salvo. Muchos otros personajes de Conrad “saltan” también, o se caen, o bucean, o simplemente sus ordenadas vidas se desintegran a menudo por un acto impulsivo de deserción o de traición -Almayer, en La locura de Almayer, Willens en Un paria de las islas, Kurtz en El corazón de las tinieblas, el capitán Whalley en Con la soga al cuello, Nostromo y Decoud en Nostromo, Leggatt en El copartícipe secreto, Razumov en Bajo la mirada de occidente, Heyst en Victoria-, pero al hacerlo entran en el universo moral. Sus actos irrevocables, que hacen que se descubran a sí mismos, les lanzan a un viaje de autoconocimiento, a un viaje en el que las verdades del corazón se vuelven transparentes. Saltan por la borda, por así decir, pero se vuelven significativos, náufragos en el abismo de sí mismos.

Un poema de Pablo Neruda plasma este sentimiento de Conrad:
Como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.

Y también un poema de Juan Ramón Jiménez:
¡Siento que el barco mío
ha tropezado, allá en el fondo,
con algo grande!
¡Y nada
sucede! Nada… Quietud… Olas…
¿Nada sucede, o es que ha sucedido todo,
y estamos ya, tranquilos, en lo nuevo?

Jules Cashford
Joseph Conrad: homo duplex