martes, 14 de octubre de 2008

Hombres y barcos

Sin embargo los hombres, como los barcos, tienen una debilidad; y como dice Marlow en Lord Jim, nadie está libre de ella: “De la debilidad desconocida, pero quizá sospechada -del mismo modo que, en algunas regiones del mundo, sospechas que hay una serpiente venenosa en cada arbusto_, de la debilidad que pueda hallarse oculta, observada o no, temida o despreciada con valentía, reprimida o quizás ignorada durante más de la mitad de la vida, ninguno de nosotros está a salvo”, Jim, que saltó por la borda y abandonó el barco, era “uno de nosotros”. Si Marlow le hubiese confiado la cubierta, no la habría tenido a salvo. Muchos otros personajes de Conrad “saltan” también, o se caen, o bucean, o simplemente sus ordenadas vidas se desintegran a menudo por un acto impulsivo de deserción o de traición -Almayer, en La locura de Almayer, Willens en Un paria de las islas, Kurtz en El corazón de las tinieblas, el capitán Whalley en Con la soga al cuello, Nostromo y Decoud en Nostromo, Leggatt en El copartícipe secreto, Razumov en Bajo la mirada de occidente, Heyst en Victoria-, pero al hacerlo entran en el universo moral. Sus actos irrevocables, que hacen que se descubran a sí mismos, les lanzan a un viaje de autoconocimiento, a un viaje en el que las verdades del corazón se vuelven transparentes. Saltan por la borda, por así decir, pero se vuelven significativos, náufragos en el abismo de sí mismos.

Un poema de Pablo Neruda plasma este sentimiento de Conrad:
Como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.

Y también un poema de Juan Ramón Jiménez:
¡Siento que el barco mío
ha tropezado, allá en el fondo,
con algo grande!
¡Y nada
sucede! Nada… Quietud… Olas…
¿Nada sucede, o es que ha sucedido todo,
y estamos ya, tranquilos, en lo nuevo?

Jules Cashford
Joseph Conrad: homo duplex

4 comentarios:

carmen moreno dijo...

Fíjate, tantos años dedicada a la reparación de barcos y jamás había pensado en que estuviera contruyendo una metáfora de mi flesh.

nunuaria dijo...

Bueno, yo que a lo más que llego es a saber cambiar una bombilla admiro profundamente a todos los que son capaces de abrir y hurgar en cualquier aparato para eliminar cualquier tipo de desperfecto. Así que vaya mi admiración por ti, “reparadora de barcos”.

Respecto a lo que escribe Cashford pienso que al igual que tenemos debilidades que desconocemos, también tenemos valores que desconocemos y que, de repente, actuamos como extraños para nosotros mismos, pero precisamente (y aplicándonos esta cita “ Sus actos irrevocables, que hacen que se descubran a sí mismos, les lanzan a un viaje de autoconocimiento, a un viaje en el que las verdades del corazón se vuelven transparentes.) eso me parece sencillamente maravilloso.

Flavia Company dijo...

Qué buena metáfora de la vida es la navegación. Y qué bien buscado tu texto, tus reflexiones al respecto, qué inspiradoras.
Por cierto, el próximo mes de febrero publico un libro de cuentos en Páginas de Espuma, ¿y sabes cómo se titula? "Con la soga al cuello". (Que es una traducción libre del título de Conrad en inglés, The End of the Tether).

nunuaria dijo...

Flavia,¡Qué ganitas tengo de que llegue febrero para leer tu nuevo libro!
Olé, olé, olé!
Mientras, voy a buscar el de Conrad.
Anda, sé buena, deja alguna pista sobre tu próximo libro en tu blog.
Gracias.
¡Qué contenta me he puesto!
:)