La elegancia del erizo
Muriel Barbery
Traducción de Isabel González-Gallarza
Editorial Seix Barral.
364 Páginas.
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Que nadie se asuste por la cantidad de premios con que viene avalada la segunda novela (la primera fue La golosina, en el 2000, y se tradujo a doce idiomas) de Muriel Barbery (Bayeux, 1969), ni por la elefantiásica cifra de ventas en Francia, ni por la inminente adaptación cinematográfica. No se trata de una operación de marketing comercial ni de un gato vestido de liebre. La elegancia del erizo es una magnífica novela, original, tensa y honesta, que cuenta además una historia cargada de sentido, con personajes poco comunes y muy bien trabajados.
El argumento se estructura a partir de un esquema muy simple: tres vidas que se cruzan y, al cruzarse, cambian por completo lo que el destino aparentemente les deparaba. La portera de una finca regia de París, Renée, quien intenta siempre disimular sus abrumadoras cultura y sensibilidad, pues obviamente no son adecuadas a su categoría y condición. Paloma, una niña de doce años, vecina del inmueble, de una inteligencia apabullante, quien ha decidido que acabará con su vida cuando cumpla los trece, después de prender fuego a su casa. Y finalmente Kakuro, el tercer elemento del triángulo, un encantador señor japonés que llega como nuevo habitante del edificio.
La novela se vertebra combinando las reflexiones de Renée y de Paloma, razón por la cual vivimos los hechos desde dos puntos de vista distintos pero complementarios –a veces, si alguna crítica podría hacerse a la obra, es que ambas voces llegan a acercarse demasiado-. Nada es solamente lo que parece, la comunicación es un acto que cambia la vida, siempre estamos a tiempo de todo. Podrían ser tres de las conclusiones a las que nos conduce el texto de Barbery.
El humor, la ternura y la búsqueda feroz de una siempre amarga lucidez hacen de la lectura de La elegancia de erizo una auténtica fiesta.
Flavia Company