lunes, 5 de mayo de 2008

Vida de poeta

No olvidaré nunca aquella visita a Ronda. Fui, de adolescente, con mis padres y hermanos, en uno de esos viajes familiares, tan habituales de la década de los sesenta. Eran años en los que el país empezaba a prosperar económicamente y las familias de clase media, como la mía, se compraban modestos automóviles y se lanzaban a un tímido turismo por tierras de Portugal y España. No olvidaré la visita a Ronda, donde vivía un tío lejano que era familia de mi madre. Se trataba de un hombre enjuto y reflexivo, viejo republicano, profesor de un instituto de la ciudad, un hombre con un discurso pavorosamente anticuado, muy acartonado. La familia decía que llevaba vida de poeta. Parecía obsesionado por la poesía de Rilke, y mis padres y hermanos le escuchaban con extrañeza. A nosotros no nos interesaba la poesía, salíamos de una difícil lucha por la supervivencia pura y dura y no estábamos para florituras ni locuras. El poeta, con su aire añejo y su discurso arcaico, no parecía darse cuenta de todo esto y nos hablaba y hablaba de Rilke, que había pasado en Ronda una larga temporada inspirándose todas las tardes en el Puente Nuevo, mirando siempre desde allí al impresionante precipicio que los rondeños llaman el tajo.

Al atardecer me separé levemente del grupo familiar y me quedé un rato asomado al asombroso promontorio que da sobre el vacío en el centro de Ronda y a cuyos pies se extiende el valle cerrado por la serranía. El poeta no tardó en acercarse y me preguntó si me gustaba aquella vista tan imponente. Le dije, con mis palabras de adolescente, que mi mirada se sentía exclusivamente atraída hacia aquella pavorosa caída de cien metros, hacia el soberbio precipicio. Entonces el hombre, imprimiéndole a su voz una súbita grandeza, me susurró estas palabras al oído, como quien transmite un secreto heredado de generación en generación y afortunadamente preservado:
.
-Las obras de arte, escasas, dan contenido intelectual al vacío.
.
Su frase no la he olvidado. Sonó como una prolongación de su discurso vagamente trasnochado, pero me abrió los ojos y siempre he pensado que me salvó la vida.
Enrique Vila-Matas
Exploradores del abismo

2 comentarios:

NáN dijo...

¡Esta sí la he leído entera! Y apuesto a que FB también (lo mismo que tú).

Esa vida de poeta es muy hermosa por cómo redime V-M al poeta republicano, acartonado.

Recuerdo que tuve la impresión. al terminarlo, de que tres o cuatro relatos no encajaban con la oferta del abismo, pero ahora no sabría decir cuáles.

nunuaria dijo...

Bueno, este no es uno de mis libros preferidos de Vila-Matas, pero no he visto que ningún relato quedase fuera de la propuesta del título.
Y sí, seguro que Francis también lo ha leído.