viernes, 6 de febrero de 2009

Dos de Guillermo Fesser

Quiero una hamburguesa. Eso es todo. Pero resulta imposible pedirla de un modo sencillo, por favor, quiero una hamburguesa, sin que la camarera te someta a un examen oral, tipo MIR, en el que te bombardea con un chorro de cuestiones con respuestas multiopcionales que tienes que ir solventando a tiempo real. Si te retrasas se impacienta la camarera. Si dudas se inquietan el resto de los comensales.
Lo suelto: Quiero una hamburguesa. Muy bien, ¿y cómo la quieres? Rare, medium, done or well done? Te lo dije. Yo sé que la quiero poco hecha, pero tampoco ensangrentada como las perlas de Alaska y Dinarama. Le digo: Medium, pero un poco rare. O sea… ¿medium-rare? Correcto. Primera prueba superada. Espérate que no ha empezado lo bueno. El pan. White, rye, whole wheat or French bread? Blanco, de centeno, de trigo o francés. De trigo, por decir algo. In a roll or in a bun? Por favor… Pido el bun que es el bollito de hamburguesa de toda la vida. Estupendo, ¿algún ingrediente extra? ¿Queso, cebolla, lechuga, tomate, pepinillo? Cebolla, lechuga y tomate, gracias. La hamburguesa viene con un plato de patatas a elegir. Vale. Ya, pero ¿las quiere al alioli o fritas? Fritas. ¿Ensalada? Sí, un plato de ensalada. ¿De pasta o de hortalizas? Dios, verde; una ensaladita verde. ¿Con qué tipo de aliño? ¿Italiana, vinagreta, salsa rosa, estilo mil islas o salsa ranchera? Ah… Aceite de oliva y vinagre de Módena, la italiana. Gracias. De nada.

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En la costa este cuando adquieres una parcela te conviertes en el propietario de todo el terreno. Si aparece un tesoro es tuyo. En el Oeste, sin embargo, los españoles aplicaron el concepto que regía en el Imperio: el derecho de propiedad se extendía hasta un metro por debajo de la superficie y, desde allí hasta el magma, le pertenecía a la Corona. Esto no significa que el gobierno sea dueño de todo el subsuelo de Tejas, Arizona o Colorado; pero implica que en esos estados una misma parcela puede tener dos propietarios. La gente ha ido comprando y vendiendo sin ser consciente de que, a veces, en el contrato no se incluían los derechos minerales. Como a nadie le afectaba, tampoco existía motivo para la preocupación. La sorpresa llega ahora que, con la angustia de desligarse de la dependencia del petróleo, las prospecciones en busca de gas natural se multiplican como hongos. Rancheros que poseen terrenos maravillosos descubren que no pueden impedir que les agujereen el pasto y les coloquen las torres. Les destrozan el paisaje sin nada a cambio. Las compañías petroleras llegan con una orden de explotación firmada por los dueños del subsuelo y, con ella en la mano, la ley los autoriza a actuar siempre y cuando se alejen a una distancia mínima de ciento ochenta metros de la vivienda.
Guillermo Fesser
A cien millas de Manhattan

2 comentarios:

Flavia Company dijo...

Yo quería dejar un comentario donde Pitingo, pero no hay donde linkar, al final, para hacerlo, así que lo pongo aquí, desordenado. Me ha hecho mucha gracia que hables de Pitingo, porque tengo una amiga que se vuelve loca por él y que me regaló para mi cumple un cd suyo que, como es natural, he llevado y llevo en el coche para, en su honor (de mi amiga) mal cantar a toda voz. :)

nunuaria dijo...

Jajajaja, ¿tú también? Jajajajaja
Mira, hay algo mejor que cantar y es jalear.
Mucho más divertido.
Prueba.
Oléeeeeeeeeeeeee!
Ehhhhhjeeeeee!
Arsaaaaaaaa!
Daleeeeeeeeeeee!
Ya verás qué risas.